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viernes, 3 de enero de 2014

La Biblia en un Año 10 De enero

Génesis 21-22

Nueva Versión Internacional (NVI)

Nacimiento de Isaac

21 Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho. Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios. Al hijo que Sara le dio, Abraham le puso por *nombre Isaac.[a] Cuando su hijo Isaac cumplió ocho días de nacido, Abraham lo circuncidó, tal como Dios se lo había ordenado. Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac. Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Sin embargo, le he dado un hijo en su vejez.»

Expulsión de Agar e Ismael

El niño Isaac creció y fue destetado. Ese mismo día, Abraham hizo un gran banquete. Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac.[b] 10 Por eso le dijo a Abraham:
—¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac.
11 Este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo. 12 Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. 13 Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo.»
14 Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. 15 Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto 16 y fue a sentarse sola a cierta distancia,[c] pues pensaba: «No quiero ver morir al niño.» En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.
17 Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. 18 Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación.»
19 En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. 20 Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; 21 habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia.

Pacto entre Abraham y Abimélec

22 En aquel tiempo Abimélec, que estaba acompañado por Ficol, jefe de su ejército, le dijo a Abraham:
—Dios está contigo en todo lo que haces. 23 Júrame ahora, por Dios mismo, que no me tratarás a mí con falsedad, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que a mí y al país que te ha recibido como extranjero nos tratarás con la misma lealtad con que yo te he tratado.
24 —¡Lo juro! —respondió Abraham.
25 Luego Abraham se quejó ante Abimélec por causa de un pozo de agua del cual los siervos de Abimélec se habían apropiado. 26 Pero Abimélec dijo:
—No sé quién pudo haberlo hecho. Me acabo de enterar, pues tú no me lo habías dicho.
27 Entonces Abraham llevó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec, y los dos hicieron un pacto. 28 Pero Abraham apartó siete corderas del rebaño, 29 por lo que Abimélec le preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Por qué has apartado estas siete corderas?
30 —Acepta estas siete corderas —le contestó Abraham—. Ellas servirán de prueba de que yo cavé este pozo.
31 Por eso a aquel lugar le dieron el nombre de Berseba,[d] porque allí los dos hicieron un juramento.
32 Después de haber hecho el pacto en Berseba, Abimélec y Ficol, el jefe de su ejército, volvieron al país de los filisteos. 33 Abraham plantó un tamarisco en Berseba, y en ese lugar invocó el *nombre del Señor, el Dios eterno. 34 Y se quedó en el país de los filisteos durante mucho tiempo.

Dios prueba a Abraham

22 Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:
—¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió.
Y Dios le ordenó:
—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como *holocausto en el monte que yo te indicaré.
Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar. Entonces le dijo a sus criados:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes.
Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos.
Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre!
—Dime, hijo mío.
—Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?
—El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham.
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10 Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, 11 pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió.
12 —No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.
13 Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo. 14 A ese sitio Abraham le puso por *nombre: «El Señor provee.» Por eso hasta el día de hoy se dice: «En un monte provee el Señor
15 El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y le dijo:
—Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo —afirma el Señor— 17 que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos.18 Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.
19 Abraham regresó al lugar donde estaban sus criados, y juntos partieron hacia Berseba, donde Abraham se quedó a vivir.

Los hijos de Najor

20 Pasado cierto tiempo, Abraham recibió la noticia de que también Milca le había dado hijos a su hermano Najor. 21 Su hijo primogénito fue Uz; luego nacieron sus hermanos Buz y Quemuel. Este último fue el padre de Aram.22 Después siguieron Quésed, Jazó, Pildás, Yidlaf y Betuel, 23 que fue el padre de Rebeca. Éstos fueron los ocho hijos que Milca le dio a Najor, hermano de Abraham. 24 Najor también tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Tébaj, Gaján, Tajás y Macá.

Juan 12

Nueva Versión Internacional (NVI)

María unge a Jesús en Betania

12 Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había *resucitado. Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó:
—¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero,[a] para dárselo a los pobres?
Dijo esto, no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella.
—Déjala en paz —respondió Jesús—. Ella ha estado guardando este perfume para el día de mi sepultura.[b] A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.
Mientras tanto, muchos de los judíos se enteraron de que Jesús estaba allí, y fueron a ver no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. 10 Entonces los jefes de los sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, 11 pues por su causa muchos se apartaban de los judíos y creían en Jesús.

La entrada triunfal

12 Al día siguiente muchos de los que habían ido a la fiesta se enteraron de que Jesús se dirigía a Jerusalén; 13 tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando a voz en cuello:
—¡Hosanna!
—¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![c]
—¡Bendito el Rey de Israel!
14 Jesús encontró un burrito y se montó en él, como dice la Escritura:
15 «No temas, oh hija de Sión;
    mira, que aquí viene tu rey,
    montado sobre un burrito.»[d]
16 Al principio, sus discípulos no entendieron lo que sucedía. Sólo después de que Jesús fue glorificado se dieron cuenta de que se había cumplido en él lo que de él ya estaba escrito.
17 La gente que había estado con Jesús cuando él llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, seguía difundiendo la noticia. 18 Muchos que se habían enterado de la señal realizada por Jesús salían a su encuentro.19 Por eso los *fariseos comentaban entre sí: «Como pueden ver, así no vamos a lograr nada. ¡Miren cómo lo sigue todo el mundo!»

Jesús predice su muerte

20 Entre los que habían subido a adorar en la fiesta había algunos *griegos.21 Éstos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron:
—Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos fueron a decírselo a Jesús.
23 —Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado —les contestó Jesús—. 24 Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. 25 El que se apega a su *vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. 26 Quien quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará.
27 »Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir: “Padre, sálvame de esta hora difícil”? ¡Si precisamente para afrontarla he venido! 28 ¡Padre, glorifica tu nombre!
Se oyó entonces, desde el cielo, una voz que decía: «Ya lo he glorificado, y volveré a glorificarlo.» 29 La multitud que estaba allí, y que oyó la voz, decía que había sido un trueno; otros decían que un ángel le había hablado.
30 —Esa voz no vino por mí sino por ustedes —dijo Jesús—. 31 El juicio de este mundo ha llegado ya, y el príncipe de este mundo va a ser expulsado.32 Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.
33 Con esto daba Jesús a entender de qué manera iba a morir.
34 —De la ley hemos sabido —le respondió la gente— que el *Cristo permanecerá para siempre; ¿cómo, pues, dices que el Hijo del hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?
35 —Ustedes van a tener la luz sólo un poco más de tiempo —les dijo Jesús—. Caminen mientras tienen la luz, antes de que los envuelvan las tinieblas. El que camina en las tinieblas no sabe a dónde va. 36 Mientras tienen la luz, crean en ella, para que sean hijos de la luz.
Cuando terminó de hablar, Jesús se fue y se escondió de ellos.

Los judíos siguen en su incredulidad

37 A pesar de haber hecho Jesús todas estas señales en presencia de ellos, todavía no creían en él. 38 Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías:
«Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje,
    y a quién se le ha revelado el poder del Señor?»[e]
39 Por eso no podían creer, pues también había dicho Isaías:
40 «Les ha cegado los ojos
    y endurecido el corazón,
para que no vean con los ojos,
    ni entiendan con el corazón
    ni se conviertan; y yo los sane.»[f]
41 Esto lo dijo Isaías porque vio la gloria de Jesús y habló de él.
42 Sin embargo, muchos de ellos, incluso de entre los jefes, creyeron en él, pero no lo confesaban porque temían que los *fariseos los expulsaran de la sinagoga. 43 Preferían recibir honores de los hombres más que de parte de Dios.
44 «El que cree en mí —clamó Jesús con voz fuerte—, cree no sólo en mí sino en el que me envió. 45 Y el que me ve a mí, ve al que me envió. 46 Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas.
47 »Si alguno escucha mis palabras, pero no las obedece, no seré yo quien lo juzgue; pues no vine a juzgar al mundo sino a salvarlo. 48 El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue. La palabra que yo he proclamado lo condenará en el día final. 49 Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo. 50 Y sé muy bien que su mandato es vida eterna. Así que todo lo que digo es lo que el Padre me ha ordenado decir.»

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